viernes, 21 de abril de 2023

MINI ARTBO Llegó y se fue


En la fotografía  aparecen obras de Javier Marciales (chivito expiatorio),Ana Velazquez (individuo #5),
Fernando Pinto (onda VIII) para la escritora "parque jurásico" Foto Tito Aillón

Observaciones de una visitante desprevenida.

Por : Jessica Lizarralde 

ARTBO Fin de Semana abrió sus puertas el jueves 20 de abril intentando dar a los amantes del arte una perspectiva diferente. En realidad, la elección de las torres Atrio por los lados del Centro Internacional como lugar de lanzamiento fue, en mi opinión, acertada. Desde que se empezaba el ascenso hacia las alturas ya se sentían diferencias. Como por ejemplo el hecho de que al subir en un ascensor que en 10 segundos va del piso 1 al 25, se nos taparan los oídos. Ese par de experiencias sensoriales me dieron la idea de que estaba empezando un viaje que prometía ser asombroso.

Luego, al arribar al piso 31 se abrieron las puertas a un mundo ficcional que me llevó como al oficial K en “Blade Runner” por un camino ecléctico de aventuras, que en este caso fueron culturales, visuales, sensoriales, sociales y gastronómicas. El piso 31 de las torres Atrio parece aún estar en construcción, lo cual proveyó a la feria del fin de semana de un entorno similar al que montan en Corferias, pero con un valor agregado, la percepción de aventura dada por la vista excepcional.

Encontré que las obras no estaban encajonadas según las galerías si no que más bien estaban dispersas por el laberinto que la masa debía seguir según le provocara. Sin embargo, a mi parecer, muchos de los invitados dedicaron su tiempo más a socializar que a disfrutar de la muestra, y empezaron a formar trancón – clásico en la capital – en los angostos corredores. Supongo que las conexiones sociales son muy importantes en este tipo de eventos.

Cuando mi esposo y yo llegamos al lugar aún se podía transitar sin inconvenientes. Por tal razón, pudimos disfrutar no solo de la exposición de los 57 artistas si no también de la experiencia visual que brindaban los enormes ventanales que mostraban la fotografía nocturna de nuestra “amada Bogotá” desde las alturas. Hasta la ciudad quiso colaborar con el arte en el fin de semana. 

Hubo de todo un poco en la exhibición. Me encontré a boca de jarro con un mega “papiro” elaborado en tela que me hizo sentir protagonista de una “Tierra de Gigantes” egipcia, para luego encontrarme con un diminuto “Parque Jurásico” que se extendía por el piso. Encontramos cerámica, tejidos y hasta una sala de torturas – al menos esa fue mi percepción de esas cabezas al estilo Hannibal Lecter. Mis favoritas del momento fueron las obras que emitían sonido, las cuales fueron ubicadas en una de las esquinas de los ventanales. Esa combinación de percepción visual y auditiva fue para mí lo mejor de esa noche de arte en Bogotá.

Nos ofrecieron comida, bebidas, agua y café generosamente. Ello le dio una calidez interesante al recorrido que podría haber descansado en una salita tipo gastro bar dispuesta para los transeúntes o haberse detenido en el minimercado de pulgas que brindaba diferentes experiencias.

De pronto, una oleada de gente empezó a llenar en recinto, iniciaron los trancones; el calor y la falta de aire empezaron a emitir un sopor tipo alfombra mágica que nos fue llevando hacia la salida. Nos despedimos de la sesión inaugural con la esperanza de poder participar en los recorridos del circuito de arte programados para los días siguientes.

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