Paul Klee es un artista de muy difícil catalogación,
imposible de asignar a ninguna tendencia clara ni a una escuela determinada.
Durante su juventud estuvo cercano al clima intelectual del expresionismo
alemán y su obra posterior se aproximó en algunos momentos a la abstracción
geométrica y en otros al surrealismo.
Nació cerca de Berna, en el seno de una familia de músicos, y
la música fue fundamental tanto para su vida como para su obra. Se formó
artísticamente en Múnich, donde estuvo vinculado al grupo Der Blaue Reiter (El
Jinete Azul) junto con Wassily Kandinsky, Franz Marc, August Macke y Alexej
Jawlensky. En esta ciudad, entonces uno de los centros artísticos más
avanzados, comenzó su interés por la vanguardia internacional, que le llevó a
realizar la obligada visita a París, donde le impresionó especialmente la obra
de Robert Delaunay.
En 1914 viajó a Túnez con Macke y Louis Moilliet. Allí, la
luz del norte de África le hizo descubrir el color, que sería a partir de
entonces el motivo principal de sus investigaciones artísticas. Durante la
guerra fue movilizado, pero siguió pintando (sobre todo acuarelas) dentro de un
estilo luminoso y con un cierto aire expresionista. Entre 1921 y 1931 fue
profesor de la Bauhaus, primero en Weimar y más tarde en Dessau. Esos fueron
los años más fructíferos de su carrera artística, cuando su lenguaje pictórico
se consolidó definitivamente y su obra comenzó a ser conocida. A pesar de su
talante independiente, el tono constructivo de la Bauhaus se hizo notar en su
producción artística, especialmente en el periodo de Dessau.
En 1928 viajó a Egipto y el paisaje de ese país inspiró sus
composiciones estriadas, relacionadas con su teoría de las estructuras
horizontales y verticales, e influyó en la incorporación de jeroglíficos e
inscripciones a su pintura. De 1931 a 1933 vivió en Düsseldorf, donde trabajó
como profesor de la Akademie. Tras la llegada del nazismo, y la declaración de
su arte como degenerado, tuvo que abandonar Alemania y regresar a Berna, donde
transcurrieron los últimos años de su vida. A pesar de su pesimismo y su
debilidad física, consecuencia de una grave enfermedad que padecería en 1935,
esta etapa final fue de una intensidad creadora sin precedentes. Entonces,
quizá más que nunca, su pintura consiguió una perfecta unidad entre la vida y
el arte.
Después de la Primera Guerra Mundial, donde participó como
soldado por ser ciudadano alemán, Klee enseñó en la Escuela de la Bauhaus, y a
partir de 1931, en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, antes de ser
denunciado por los nazis por producir «arte degenerado».
En 1933 dejó la enseñanza y regresó a Berna, donde realizó una
gran exposición en la Kunsthalle (1935). En 1936 se le diagnosticó
esclerodermia, una grave enfermedad degenerativa que le acompañaría el resto de
su vida, aunque siguió trabajando a buen ritmo.
En 1940 fue internado en una clínica de Muralto-Locarno, donde falleció el 29 de junio de ese año.
En 1940 fue internado en una clínica de Muralto-Locarno, donde falleció el 29 de junio de ese año.
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